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Muchos nos hemos preguntado alguna vez, qué será de nosotros cuando lleguemos a la última etapa de nuestras vidas. Los años tras la jubilación cada vez se prolongan más en el tiempo y pueden llegar a producirse situaciones de dependencias graves, o requerir simples actuaciones de bienestar o compañía.

En esta etapa suelen darse con más frecuencia en nuestro país tres alternativas:

  • Ser cuidados y convivir con los hijos.
  • Ser cuidados en casa por personal interno.
  • Trasladarse a una residencia de mayores.

La primera opción, la más común en el siglo pasado, no parece ser una alternativa realista en nuestro tiempo, debido al cambio de mentalidad y a la transformación del rol de las mujeres en la familia y la sociedad. Ya no es posible adoptar el papel de cuidadoras que desempeñaron nuestras madres, al estar incorporadas al mundo laboral, entre otras razones.

La segunda opción, no sólo requiere de unos ingresos considerables para retribuir debidamente a los cuidadores, y hablo en plural porque se necesita más de uno para cubrir dias festivos y fines de semana, sino que se requerirá de alguien que supervise la calidad y el cumplimiento de los cuidados recibidos.

La tercera opción, salvando excepcionares, posee múltiples inconvenientes: pérdida de autonomía, intimidad, decisión… Hay que ajustarse a unos horarios y normas rígidos que deviene impuestos sin nuestra intervención. Por no hablar de cuidados deficientes debido a falta de personal y consiguiente agotamiento de los trabajadores de estos centros. También aquí el desembolso es considerable y las ayudas estatales/autonómicas, si se reciben, pueden tardar años en llegar.

Afortunadamente, se está implantando en España otra manera de afrontar esta etapa y sin los inconvenientes de las alternativas anteriores, es el movimiento asociativo llamado Cohousing o viviendas colaborativas, heredado del norte de Europa.

Según el arquitecto Javier del Monte Diego, miembro de la Asociación Jubilares, el Cohousing Senior “es un modelo residencial colaborativo y capacitante para un envejecimiento feliz”.

Las comunidades cohousing conviven en conjuntos residenciales formados por viviendas de uso privado y zonas comunitarias compartidas, diseñadas para el encuentro humano. Suelen estar formadas por personas afines con valores y objetivos comunes como la solidaridad. Se caracterizan por el co-diseño y el co-gobierno de los espacios y del modelo de convivencia. La forma jurídica que suelen adoptar es la de cooperativa, donde la toma de decisiones es consensuada, imperando valores democráticos.

En definitiva, son múltiples las ventajas de esta elección:

Es la combinación perfecta entre intimidad y compañía, entre independencia y atención personalizada.

Se tiene pleno derecho de uso de la vivienda. Te mantienes económicamente independiente, siendo el dueño de tu vida y tu libertad.

Se puede seguir disfrutando de la intimidad y privacidad cuando se quiera.

Previene la soledad y la dependencia mediante el envejecimiento activo, con la posibilidad de elegir las actividades sin que nos vengan impuestas.

Se establecen redes de apoyo a la dependencia y mecanismos de apoyo mutuo desde el principio hasta el final de nuestras vidas.

Por último, vivir en un cohousing es más asequible, desde el punto de vista económico, que el cuidado en casa y en las residencias, al ser los gastos comunes compartidos y contemplar una partida económica para dependencias.

Además, la inversión realizada será recuperada al abandonar la comunidad o por nuestros herederos en caso de  fallecimiento.